Marchesi y Martin (1998)expresan que “los contenidos de aprendizaje son uno de los elementos claves para definir las intenciones educativas”, podemos decir entonces, que los objetivos juegan un papel central, como rectores sistemáticos de la organización estructuración de la enseñanza.
Si agregamos a ello las definiciones de estos términos, encontramos que la adquisición del contenido habilita al alumno para actuar de acuerdo con lo descrito en el objetivo, ya que un objetivo de aprendizaje es la proposición que describe la conducta observable y medible que se espera alcance un estudiante al terminar determinada secuencia de enseñanza-aprendizaje. (Chadwick y Roja, 1978)
Ferrandez, Sarramona y Tarin (1984: 112,113) plantean la diferencia entre objetivos y contenidos a través de 3 ítems:
Según la función subordinante donde se expresa claramente que el contenido tiene que estar explicitado en el objetivo como complemento directo del verbo observacional. El contenido en este sentido, está subordinado a la actividad que indica el verbo del objetivo.
Según el aspecto dinámico de los objetivos frente al estático de los contenidos. La cultura objetiva constituye el contenido de la instrucción, que si no se trabaja, queda tal como está, pero es el hombre quien subjetivándola, la acrecienta, cuando hace suyo ciertos valores, los integra a su personalidad y construye nuevos, es decir, hay un dinamismo para conseguir nuevas conductas. Aquí también aparece la función subordinante de los objetivos sobre los contenidos.
En cuando a la diferencia del tipo formal, está indicada en cuanto a la redacción de los objetivos y contenidos. Los primeros requieren de un verbo medible y observable, en cambio los segundos al indicar el contexto de un valor cultural, no necesitan de un verbo para operar.
Según Coll y otros (1994: 12-13), los contenidos juegan un papel decisivo en la educación escolar, al designarlos con el conjunto de saberes o formas culturales cuya asimilación y apropiación por parte de los estudiantes se considera esencial para su desarrollo y socialización, ya que los seres humanos se desarrollan siempre y necesariamente en un contexto social y cultural determinado. En palabras de César Coll (1994: 16) “considerar los procedimientos y las actitudes, valores y normas como contenidos, al mismo nivel que los hechos y conceptos, supone una llamada de atención sobre el hecho de que pueden y deben ser objeto de enseñanza y aprendizaje en la escuela; supone aceptar hasta sus últimas consecuencias el principio de que todo lo que puede ser aprendido por los alumnos puede y debe ser enseñado por los profesores”
Marchesi y Martin agregan que “el saber, las disciplinas del conocimiento, se estructuran en tomo a una serie de conceptos que vertebran su contenido. Pero, junto con ello, la génesis del conocimiento supone determinadas maneras de aproximarse a él que constituyen el saber hacer. Se trata en este segundo caso de destrezas, habilidades, técnicas, procedimientos para construir el conocimiento, que difieren de unas disciplinas a otras. Por último, todo saber tiene una dimensión valorativa que guía la construcción del conocimiento focalizando los ámbitos prioritarios y orientando el uso social que de este conocimiento se hace”.
Al delimitar las ideas claves que se quieren enseñar, se priorizan, organizan y secuencian más fácilmente los contenidos. Debemos tener en cuenta los siguientes criterios que rigen la secuenciación y organización de contenidos:
Los contenidos previos que deberían haber aprendido los alumnos.
La coherencia lógica al interior de la disciplina.
La vinculación entre contenidos.
La continuidad y progresión de los contenidos
El aprendizaje es un proceso de creación de significados a partir de la nueva información y de los conocimientos previos. Los alumnos parten de teorías personales implícitas para aproximarse al conocimiento científico, la construcción de nuevos conceptos y principios s basa en un cambio conceptual gradual. El punto de partida de la enseñanza y el aprendizaje se refiere a hechos, conceptos, principios que proceden tanto del saber científico como del conocimiento cotidiano. Entonces hay que activar esos conocimientos previos que traen en sus mochilas y se los irá entrelazando con los nuevos contenidos que se enseñen.
El objetivo de la enseñanza es capacitar a los alumnos que aprendan por sí mismos, es decir, que las técnicas de aprendizaje lleguen a ser utilizadas estratégicamente.
En la enseñanza de los contenidos escolares, es preciso prestar mucha atención a la estructura mediante al cual se organiza su presentación al alumno. La coherencia y claridad que esta estructura transmita será relevante a la hora de explicar el éxito o el fracaso o su diferente grado de significatividad. La teoría de Ausubel ofrece dos principios básicos para la organización y secuencia de los contenidos. El primero se refiere a la necesidad de utilizar organizadores previos, al comienzo de la secuencia didáctica servirá como conexión con los conocimientos previos del alumno y como estructura de enganche para los nuevos contenidos. La segunda aportación de Ausubel propone una secuencia descendente en la que se parte de conceptos más generales e inclusivos, se progresa por conceptos intermedios y finalmente se llega a los más específicos. Los mecanismos de diferenciación progresiva mediante los cuales el alumno va modificando y desarrollando los conceptos de partida en otros más diferenciados, y de reconciliación integradora, se establecen nuevas relaciones que evitan la compartimentación excesiva.
Las secuencias deben responder a la lógica de partir de lo más simple y general para llegar a lo más específico. Esta progresión seguirá un proceso cíclico en el que una vez presentados determinados contenidos, se volvería al origen para reinterpretar de una manera más significativa los conocimientos del punto de partida. Para que el aprendizaje tenga un alto grado de significatividad es importante que cada uno de los niveles de elaboración acabe en una síntesis que organice de manera integradora los resultados del proceso analítico, resaltando las relaciones entre sí y con el plano general.
Clasificación
Conceptuales
Refieren al “saber” de las distintas áreas del conocimiento, a los principios de cada ciencia, a hechos y fenómeno de la naturaleza. Son la columna vertebral de las asignaturas.
Procedimentales
El “saber hacer” hace referencia a las capacidades operativas e instrumentales propio de cada ciencia. Incluye técnicas, procedimientos, métodos, acciones, destrezas, etc.
Actitudinales
Referencian a los contenidos que significan un “saber ser”, un comportamiento significativo del alumno para la vida en sociedad, generando principios, normas, valores, actitudes y comportamientos que ayudan a la convivencia entre ciudadanos.
Ezequiel Ander-Egg (2008, p. 130) agrega que "La existencia de contenidos educativos de tipo conceptual, procedimental y actitudinal responde a tres intenciones claras de cualquier acción pedagógica cuando enseñamos, no sólo pretendemos que nuestros alumnos sepan cosas nuevas (que asimilen conceptos), sino que también pretendemos que aprendan a hacer cosas (procedimientos) y que desarrollen determinadas formas de ser y de pensar (actitudes). La educación gira en torno al triple eje de saber, saber hacer y aprender a ser".